La historia de
¿El lugar? Tortorella, Italia.
Aunque el mundo estaba por cambiar, en ese entonces nadie lo sabía. Mucho menos tres amigos. A estos tres amigos, su amor por las motocicletas los inspiró a inaugurar un taller dedicado a su reparación y a la de sus motores.
Para ellos, el trabajo era duro pero satisfactorio. Además, sus queridas esposas hacían los posible para poderlos ayudar. Así que cada día ellas se turnaban para cocinarles algo, y ellos lo recogían después en sus motocicletas.
El taller era tan viejo como lucía
Pero a ellos no les molestaba. Estaba siempre limpio. Siempre ordenado.Y los tres amigos eran felices. Trabajaban y comían, o comían y trabajaban. Invitaban a amigos y a clientes al valeroso taller en el que ellos se dedicaban a reparar motocicletas.
Guardaban fotos y recuerdos de cada una de las diferentes de visitas, de cada persona que necesitaba su ayuda. Para ellos todos eran especiales. Con el tiempo, el taller creció, y los tres amigos no tenían tanto tiempo como solían estar acostumbrados. A ésto, la solución fue clara y simple. Y lo que hicieron fue revolucionario.
En el mismo taller, Leonardo, Pasquale, y Felipe construyeron un gran horno de piedra.
Y en ese horno se cocinaría la inolvidable comida de sus queridas esposas. De esta forma podrían estar más cerca, podrían estar juntos.
Las personas caminaba por el taller, y se perdían en el olor y en el encanto nostálgico del lugar. Los tres amigos notaban el poder de ésto. Notaban que cada día más personas se acercaban para preguntar por la comida que por sus servicios de reparación. Así que decidieron manejar el taller como algo diferente.
El taller de motocicletas se transformó a una fonda. Una locanda donde a partir de ese momento sus esposas cocinaban cada día entre interminables conversaciones. Gente viajaba desde toda la toscana solo para disfrutar de su comida. Para sustituir el espacio de trabajo, se agregaron mesas, sillas y flores. Dejando como único recuerdo de su orígen las fotos de sus preciadas motocicletas, y de cada caso diferente. Las fotos de los tres amigos fueron enmarcadas.
Entre ellas, el trabajo también era duro, pero satisfactorio.
Y sus queridos esposos hacían lo posible para ayudar. Así que día con día ellos entregaban mandados desde sus motocicletas. Y así recorrían todo Tortorella.
Desde la mañana salían, y con ellos el sol. Este iluminaba cada piedra que formaba la calle, creando una línea de sombra sobre la siguiente. Y todo el mundo vivía dentro de un rayo de ese sol, regalando un color amarillo al bello ambiente de Tortorella. Y así seguía hasta la noche, cuando la oscuridad ganaba por varias horas de misterio.
Hasta que un día la oscuridad ganó completamente.
El sol salía, pero ya no era lo mismo. Los enormes tanques de guerra robaban presencia en el bello ambiente. Robaban la paz de las familias y su bienestar. Cada noche, bombas molestaban el descanso de los niños. Y así dormían sin saber a quién ya no volverían a ver en el siguiente y valorado amanecer.
Porque nada era igual así. Tortorella no era igual así. Y la gente lo sabía. Y los tres amigos se tuvieron que escapar.
No era tan fácil. Los soldados vigilaban las carreteras, y los castigos eran impensables. Pero había un plan. Un plan que pocos sabían y que era lo único que necesitaban para huir. Lo tejieron en secreto las esposas durante un día de trabajo.
Julieta había quedado huérfana hace poco. Sus tíos la estaban cuidando, pero no sabían lo que harían con ella si fueran a escapar. Tristemente ella los escuchó discutir sobre el tema y decidió su propio destino. Uno que salvaría las vidas de muchos si se hacía cuidadosamente.